Madre Julia Verhaeghe
Fundadora con una profunda vida interior (11.11.1910 - 29.08.1997)
Después de un largo período de sufrimiento, Madre Julia respondió a la invitación del Señor uniéndose a él en una «Santa Alianza», para compartir su sed de almas y participar en su obra de salvación. Su director espiritual, el Reverendo Cyrille Hillewaere, sacerdote de la diócesis de Brujas, percibió la acción de la gracia divina en el corazón de la joven Julia, y el 18 de enero de 1938 también él sintió la llamada interior a comprometerse en la misma misión. Madre Julia siempre consideró esa fecha como el día fundacional de «La Obra». A partir de ese día, en perfecta comunión con su director espiritual, Madre Julia se puso al servicio de la unidad por la que Cristo rogó a su Padre en la Última Cena: «Que todos sean uno como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado» (Jn 17,21).
Durante la segunda guerra mundial, un grupo de jóvenes se reunía en torno a Madre Julia, atraídas por su fe, su celo de las almas y su amor a la Iglesia. Terminada la guerra, y siguiendo el ejemplo de los primeros cristianos, comenzaron a vivir en comunidad como signo de la familia de Dios. Con alegría y generosidad, se dedicaron a fortalecer en la fe a muchas personas en dificultad, animándoles a permanecer fieles a la Iglesia.
Madre Julia siempre acompañó el crecimiento interior y el desarrollo de la Comunidad de «La Obra», con su amor de madre, con su fuerza y sabiduría, con gran sentido de la realidad animado por la fe y su extraordinaria percepción de los signos de los tiempos. Siguió con interés y espíritu de discernimiento las corrientes de pensamiento en la sociedad y en la Iglesia, esforzándose por aplicar con fe y fortaleza las decisiones y orientaciones del Concilio Vaticano II.
Hasta su marcha a la Casa del Padre, el 29 de agosto de 1997, siempre buscó cumplir la voluntad divina sobre «La Obra», con total dedicación y aun en medio de dificultades y sufrimientos. Deseaba vivir una vida oculta, en comunión con Cristo, Rey coronado de espinas y, como madre espiritual, entregarse a «La Obra» y a la renovación de la Iglesia. Su cuerpo descansa en la iglesia de Thalbach, Bregenz (Austria).
Madre Julia fue una mujer de oración profunda, que ponía toda su confianza en Dios. En el coloquio con Dios encontraba la fuerza y el consuelo para hacer frente tanto a los momentos de alegría como de sufrimiento de su larga vida. Con su sacrificio, esfuerzo y oración, acompañó a muchas personas en sus tareas, alegrías y penas, en sus esperanzas y temores, en sus sufrimientos físicos y espirituales, en sus luchas y en la búsqueda de la propia vocación.